jueves, 11 de junio de 2009

Presentación

El suicidio en España

El suicidio es un tema que también está presente en la sociedad española. Teniendo en cuenta que Europa es el continente con las tasas de suicidio más altas del mundo, la situación en nuestro país no es excesivamente alarmante pues la cifra de suicidios es bastante menor que en otros países vecinos como Francia, Portugal, Bélgica y se encuentra bastante alejada de las cifras de Lituania, el país en el que según datos de la OMS más suicidios se producen por cada 100.000 personas –según los datos que el país lituano ofrece en 2005 la cifra de suicidios es de 68,1 hombres y 12,9 mujeres por cada 100.000 personas-.

El debate por la eutanasia y la legalidad y/o moralidad del suicidio asistido alcanzó su máximas cotas en España con el caso de Ramón Sampedro, del que ya se ha hablado anteriormente. Este pasado sábado 12 de Enero se cumplió una década de su muerte, de la muerte de un hombre que se ha convertido en un icono para todos aquellos que defienden tanto la eutanasia como el suicidio asistido. Tanto su familia como sus amigos como muchos simpatizantes del derecho a la eutanasia recordaron a Sampedro hace escasos días en la playa de As Furnas (A Coruña), la playa en dónde tuvo lugar el accidente que lo dejó tetrapléjico. La historia de Ramón Sanpedro hizo correr ríos de tinta y traspasó todas las fronteras, siendo incluso llevada al cine en 2004 por Alejandro Amenábar. Un filme llamado “Mar Adentro”, que estuvo protagonizado por el reciente ganador del Globo de Oro Javier Bardem y que volvió a reabrir el debate en nuestro país acerca de este controvertido tema. Sin embargo, el caso de Ramón no ha sido el único que ha conmovido a la sociedad española. Tanto el fallecimiento en 2006 del pentapléjico Jorge León en Valladolid como el de la granadina Inmaculada Echevarría el pasado año 2007 fueron objeto de una gran expectación mediática. Este último especialmente por ser “avalado” por la Junta de Andalucía, una institución que avaló su desconexión del respirador que le mantenía con vida desde hace diez años debido a la atrofia muscular que sufría.

El suicidio de Jorge León nos lleva directamente a hablar del cibersuicidio. Y es que aunque su muerte está íntimamente ligada al debate de la eutanasia, el vallisoletano pidió en Internet “una mano amiga” que le ayudara a morir. La sombra del suicidio asistido planea sobre este caso, pero el juez encargado de llevarlo acabó archivándolo por “no existir motivos suficientes” para atribuir su muerte a ninguna persona. Si no se tiene en cuenta este controvertido caso, en España sólo ha existido un intento fallido de muerte grupal gracias a Internet, un intento de suicidio que tuvo lugar en marzo de 2005 y que involucró a tres jóvenes de la localidad zamorana de Lober de Aliste. El suicidio final no se llevó a cabo debido a que la policía impidió que se concretara.
Al margen del fenómeno del cibersuicidio, las cifras totales de suicidios que aporta el INE han disminuido. Mientras en 2003 hubo un total de 3.478 casos, en 2005 fueron 3.399. El Ministro de Sanidad en su “Estrategia en salud mental del Servicio Nacional de Salud” explicaba el pasado año que durante el periodo 2000-2004 la tasa de suicidios descendió notablemente y daba las siguientes cifras: mientras que en el año 2000 hubo 6,35 casos por cada 100.000 habitantes, en el 2004 la cifra disminuyó a 5,32.

Por comunidades autónomas la lista negra de suicidios la encabezan Andalucía, Cataluña, la Comunidad Valenciana y Galicia con 697,425, 388 y 329 suicidios respectivamente a lo largo del año 2005. Algo más alejadas de esas cifras se encuentran las comunidades de Madrid (con 257), Castilla y León (191), País Vasco (170), Canarias (158) y Castilla La Mancha (152). A estas le siguen Asturias (124), Aragón (102), Murcia (101), Extremadura (89), las Islas Baleares (70) y Navarra (56). Las tres comunidades autónomas en las que se registraron menos suicidios fueron Cantabria con un total de 31, La Rioja con 27 y Ceuta y Melilla, que sumaron 5 suicidios entre las dos.

Para ayudar a las personas con problemas ha tenido lugar la creación del Teléfono de la Esperanza España-Chile (Madrid, 91 459 00 50). Este servicio recibió una ingente cantidad de llamadas en España a lo largo del año 2005, muchas de ellas posiblemente de personas que podían estar meditando tomar la alternativa del suicidio. Según las estadísticas, el 10,2% de los que llamaron a este teléfono sufrían problemas de soledad e incomunicación. Tras esta problemática las dos más frecuentes fueron las de personas en estado deprimido (un 9,3% del total) y personas teléfonodependientes, otro 9,3%. La cifra de personas que llamaron a este teléfono con problemática suicida es de un 2%. Los meses en los que más llamadas relacionadas con este asunto se registraron fueron Octubre, Mayo y Junio.

Así pues, parece que mientras las estadísticas de la OMS afirman que cada día se suicidan unas 3.000 personas en nuestro planeta -es decir, una cada 30 segundos- en España la cifra de suicidios va disminuyendo en contraste a la cifra de la población, que va en aumento.

El cibersuicidio

Internet se ha convertido en poco tiempo en un lugar en el cual todo o casi todo es posible. Encontrar el amor, entablar una amistad o hacer la compra on-line son algunas de las posibilidades que nos ofrece la red de redes. Ahora, suicidarse también ha llegado al mundo virtual y resulta más fácil quitarse la vida con ayuda de Internet. El suicidio influido por Internet ha recibido el nombre de “cibersuicidio” y es un fenómeno que se está propagando con gran rapidez por todo el planeta. Al igual que los demás tipos de suicidio esta forma de quitarse la vida no tiene edad. De esta manera personas adultas como Kenji (35 años) buscan otros compañeros de viaje en la red escribiendo: “Se busca: cualquiera que quiera morir conmigo”, mientras que adolescentes como Adonai (una chica de 16 años) se desahogan en el mismo foro de zonalibre.com para suicidas junto a otros desconocidos y buscan métodos para que su muerte sea más rápida. Adonai comenta en el foro que “hace ya tiempo que tengo una gran depresión y estoy harta de pastillas inútiles”. En la red estas personas pueden encontrar juegos, chistes o música suicidas pero quizá lo más escalofriante sea que cuando la fatídica decisión es irrevocable estos suicidas tienen la opción de encontrar métodos suicidas en su propia pantalla del ordenador. Unos métodos que van desde la asfixia o el ahorcamiento hasta las dosis de medicación necesaria para garantizar la fatalidad pasando por el corte de las venas o el uso de barbitúricos entre alrededor de las 40 formulas para morir que se calcula que están expuestas en Internet.

Aunque el cibersuicidio es un fenómeno perturbador y de gran interés los expertos en Suicidología –la ciencia que analiza el suicidio- no se ponen de acuerdo a la hora de dar cifras. Se calcula que del millón de suicidios que son llevados a cabo anualmente, los suicidios pactados por Internet podrían representar entre el 1% y el 2%. Según escribió en 2004 el psiquiatra consultor del Hospital Saint Thomas de Londres, Sundarajan Rajagopal, alrededor de la mitad de quienes visitan estas páginas y participan en estos foros sufre desordenes psiquiátricos y un tercio padece enfermedades físicas.



En los casos de cibersuicidio la figura del instigador suele ser clave. Así lo afirmó hace pocos meses el psiquiatra cubano Sergio Pérez Barrero, fundador de la Red Mundial de Suicidólogos, en el segundo congreso regional de la Asociación de Suicidología de Latinoamérica y el Caribe (Asulac), celebrado en Brasil. Pérez Barrero manifestó que “el instigador es una persona dominante que puede tener características de paranoia y algún tipo de motivación suicida. Tiende a ser líder, en este caso con influencias negativas. Empieza a convencer, a hacer proselitismo con gente vulnerable que está al filo de la navaja. Todo ello apelando al sentimiento de la identificación”.

Sergio Pérez cree que este fenómeno hay que frenarlo y así lo han entendido los países en los que se producen más casos de cibersuicidios. El país que se lleva la palma es Japón. En este país altamente industrializado existen los llamados hikikomori, adolescentes y jóvenes que ante la presión que sienten intentan aislarse del mundo encerrándose en sus habitaciones durante meses e incluso años. De esta forma se puede deducir que les es fácil llegar a estas páginas webs que les ayudan a suicidarse. Y esto es más preocupante aún cuando ocurre en un país en el que el suicidio tiene incluso un valor cultural. Durante muchos siglos existió en el país nipón la práctica del Harakiri (en japonés, “abrirse el vientre”), una práctica de suicidio ritual por destripamiento que en sus orígenes estaba restringida exclusivamente a los nobles y que posteriormente fue adoptaba por las demás clases. El harakiri era una forma de suicidarse con honor, ya que tenía sus orígenes en el Japón feudal cuando lo practicaban los samurai, o nobles guerreros, para eludir el deshonor de caer capturados por sus enemigos. Más tarde se convirtió de hecho en un método indirecto de ejecución, según el cual, cualquier noble que recibía un mensaje del micado, por el que se le comunicaba que su muerte resultaba esencial para el bien del imperio, se hacía el harakiri. Esta práctica llegó a ser tan difundida que durante siglos se calcula que se producían unas 1.500 muertes al año por este método.

El harakiri como forma de suicidio obligatorio quedó abolido en 1868 y aunque en épocas modernas es raro que se produzca como medio de suicidio voluntario, muchos soldados japoneses recurrieron a él durante los últimos conflictos bélicos en los que se vio involucrado su país, incluida la II Guerra Mundial, para de esta forma eludir la deshonra que suponía la derrota o el cautiverio.
Así pues, en un país en el que el 40% de la población tiene acceso a Internet y en el que existen unas 8.000 páginas dedicadas al suicidio, el parlamento nipón se ha fijado como meta reducir el número de suicidios entre un 15 y un 20 por ciento, dictando leyes que de alguna forma sirvan para frenar el número de “pactos de la muerte” existentes. Porque precisamente en Japón los números no fallan. El país asiático es el país con más cibersuicidios del mundo y sus cifras van en aumento. Si en el año 2003 hubo 34 víctimas mortales, en el 2004 la cifra se elevó a 55. Y en el año 2005 la cosa fue a peor, pues el número de japoneses que se quitaron la vida con la ayuda de Internet ascendió hasta los 91.

Además de Japón otros países con altas tasas de suicidios y en los que el fenómeno del cibersuicidio se ha implantado causando varias víctimas como es el caso de Corea del Sur o Australia, también se han puesto manos a la obra a la hora de dictar leyes que hagan frente a este nuevo y preocupante modo de “quitarse la vida a uno mismo”.

Otras teorías alternativas a las de Durkheim

Los teólogos valoran el suicidio de una forma diferente a cómo lo hacen la mayoría de los sociólogos. Ante aquello a lo que Durkheim denominaba acto “positivo” o “negativo” la teología expone que mientras para algunos el suicidio consiste en “darse la muerte directamente a sí mismo”, para otros simplemente es “darse la muerte a sí mismo” y aclara que aunque ambas opiniones son semejantes encierran matices distintos.

Mientras que para los primeros el suicidio directo es siempre intrínsecamente malo, para los segundos el suicidio directo es siempre pecaminoso pero el suicidio indirecto no lo es. Para entender su punto de vista es imprescindible entender que el suicidio directo es aquel en que el ser humano busca la muerte mediante un acto suyo que es capaz de causarla; mientras en el indirecto la persona se da muerte pero sin procurarla de forma directa. Otra clasificación de las tantas que se han publicado y que se pueden hacer respecto a este tema es la que divide los suicidios en:

-Los suicidios vicariantes, que son aquellos que adelantan o aceleran el acto de la muerte que es algo que se vislumbra en un futuro y ante lo que “no hay esperanzas”. Las personas que se suicidan por esta causa sólo creen ver a su alrededor sufrimientos y nada puede compensar el período de espera.

-Los suicidios perfeccionistas afectan a aquellos individuos que no toleran cualquier disminución de los atributos a su persona. Las causas que llevan a estas personas al suicidio son muy variopintas pues se han podido sentir humilladas en cuanto a su belleza, potencia sexual, o un defecto cualquiera. Si bien también pueden incluirse aquí esas personas que son despreciadas económica o socialmente o cuya pérdida del poder y prestigio les ha llevado a una crisis tan profunda que acaban por tomar esta decisión como la única o la mejor salida posible.

-Los suicidios hedonistas son aquellos llevados a cabo por personas que no soportan una disminución en el placer sexual, o un defecto en este.

-Los suicidios transicionales son los que llevan a cabo aquellas personas que ante ciertas crisis vitales de transición inevitables, optan por el suicidio.

-Los suicidios sintomáticos que son aquellos relacionados con personas afligidas que padecen una enfermedad mental, psicosis, confusión mental, demencia y/o depresión.

Qué dicen los estudios sociológicos sobre el suicidio

Muchos sociólogos llevan estudiando el suicidio y publicando información sobre este hecho aproximadamente desde que tuvo lugar la aparición esta ciencia como tal hasta el día de hoy. Posiblemente uno de los estudios sociológicos más conocidos sobre la relación que existe entre el individuo y la sociedad es el análisis del suicidio que llevó a cabo el sociólogo francés Emile Durkheim. El estudio de Durkheim comenzó en el año 1835 con una definición de suicidio como: Todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo realizado por la víctima misma, y que, según ella sabía, debía producir este resultado. Un ejemplo de un acto positivo puede ser dispararse en la cabeza (el individuo se quita la vida por sí mismo) mientras que un ejemplo de un acto negativo puede ser rehusar a ingerir cualquier medicina hasta dejarse morir (es decir, un individuo renuncia a su vida). Como vemos, son dos formas diferentes de suicidio. La complejidad del tema hizo que Durkheim se ocupara de su estudio durante una importante parte de su vida. Tanto es así que este análisis no fue publicado hasta el año 1897, precisamente con el título de El Suicidio.



Aunque antes del estudio de Durkheim ya se habían llevado a cabo investigaciones sobre el suicidio, él fue el primero que insistió en darle a este acto una explicación sociológica. Los escritos anteriores habían reconocido la influencia de los factores sociales sobre el fenómeno, pero las explicaciones que habían emitido sobre el hecho de que un individuo fuera más o menos proclive a suicidarse se basaban sobre todo en consideraciones raciales, climáticas o en otras relacionadas con problemas mentales.

Pero según Durkheim el suicidio era un hecho social que solo podía explicarse mediante otros hechos sociales. No era un acto únicamente individual sino que era un fenómeno en el que aparecían ciertas pautas. Y es que al estudiar las cifras oficiales de suicidio en Francia, descubrió que había unas personas con más probabilidades de suicidio que otras. Descubrió que había más suicidios de hombres que de mujeres, más suicidios entre los ricos que entre los pobres, más suicidios entre los protestantes que entre los católicos o más suicidios en tiempos de inestabilidad y crisis económica que en tiempos de guerra. Estos resultados llevaron a Durkheim a la conclusión de que hay otras fuerzas sociales exteriores al individuo que influyen en el número de suicidios. Durkheim relacionó su visión del asunto con la idea de solidaridad social y con dos tipos de vínculos sociales: la integración social y la regulación social, ya que pensaba que era menos probable que se quitaran la vida personas que estaban muy integradas en grupos sociales que otras que se pudieran sentir excluidas o aisladas.

Durkheim distinguía cuatro tipos de suicidio:

-El suicidio egoísta, que era típico en sociedades deficientes y en el cual lo más característico era la carencia de integración social. Es decir, este tipo de suicidio se produce en lugares en dónde el individuo se siente aislado o cuando sus vínculos con un determinado grupo social se debilitan o se rompen.

-El suicidio anómico, que se produce por la falta de regulación social o anomia, es decir, la situación en la que las personas se quedan “sin normas” debido a su vida en una sociedad con constantes cambios en la que las normas sociales no son interiorizadas como propias por el individuo.

-El suicidio fatalista, considerado por Durkheim como un suicidio de poca importancia en su época, es aquel que se origina cuando existe un alto grado de regulación social en el individuo. Este se siente inseguro y oprimido y nace en él un sentimiento de impotencia ante el destino o la sociedad que “se lo come por dentro”.

-Por último, el suicidio altruista tiene lugar cuando en un individuo los vínculos sociales son demasiado fuertes y éste valora más a la sociedad que a sí mismo. De esta forma, el suicidio se convierte en un acto que contribuye a alcanzar un “bien superior”. Algunos ejemplos claros de este tipo de suicidio son los kamikazes japoneses o los hombres-bomba islámicos.

Una vez publicado este estudio por Émile Durkheim han sido muchas las críticas y objeciones que ha recibido en la mayoría de los casos relacionadas con el uso que el autor hace de las estadísticas oficiales, de su rechazo a las influencias no sociales que afectan al individuo y su insistencia en clasificar juntos todos los modelos de suicidio. No obstante, el estudio sigue siendo muy leído y analizado en la actualidad y su principal propuesta sigue vigente para muchos de estos lectores: que incluso para un acto que parece tan personal como el suicidio es necesaria una explicación sociológica.

La relación entre el suicidio y la ley

En muchos países del mundo si un suicidio puede ser evitado por otra persona se considera que este acto de evitar el suicidio es algo que puede y debe hacerse ya que el dejar suicidarse a otra persona podría considerarse como un caso de no asistencia a persona en peligro, lo cual constituye un delito en diversas legislaciones, ya que por ejemplo un intento de suicidio puede deberse a un estado de locura transitorio, a un estado depresivo muy grave o a otras situaciones análogas que puede presentar una determinada persona. En España, según la ley orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal se puede comprobar como concretamente en el Libro II (Delitos y sus penas) del Código penal se hace alusión directa al suicidio y a los delitos que este puede conllevar para otras personas en este país.

Se puede llegar a la conclusión de que a la hora de relacionar el suicidio con la ley lo más habitual es que aparezcan en escena “segundas personas” que pueden estar íntimamente relacionadas con los suicidios y que como ya se ha comentado pueden ser declaradas como culpables de un delito por la ley de un país concreto. Estas “segundas personas” que en ocasiones colaboran con el suicidio de una persona son las principales protagonistas del llamado suicidio asistido, puesto que son las responsables directas de asistir al suicidio de una persona. Aunque hay diferentes maneras de ayudar al suicidio de otro posiblemente la forma más habitual y la más polémica de suicidio asistido es el de la eutanasia. La eutanasia según la RAE (Real Academia de la Lengua Española) es la “acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él”. El caso más conocido y por tanto, que más controversia ha levantado en España es el de Ramón Sampedro, un gallego que tras un accidente se quedó tetrapléjico de por vida, postrado en una cama sin sentir absolutamente nada en todas las partes de su cuerpo. Tras un largo tiempo acostado en una cama de la que no podía moverse, Ramón Sampedro decidió morir y pidió ayuda a su familia. Esto generó en España un intenso debate acerca de la legalidad y de la moralidad de la eutanasia. En medio de este debate, un familiar cercano a Ramón le proporcionó un vaso con cianuro, el veneno con el que éste acabó definitivamente con su vida.

Es cierto que la eutanasia es un tema capaz de generar grandes debates en casi todos los rincones del planeta y es por ello mismo que no todas las leyes son iguales y hay países en los que ayudar a morir a otra persona es un acto legal. Es el caso de Estados Unidos, un país en donde el suicidio asistido ha ido aumentando y se ha ido extendiendo desde 1996. Fue exactamente el 6 de marzo de l996 cuando el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito de San Francisco, California, rechazó una ley del Estado de Washington que prohibía el suicidio asistido llevado a cabo por médicos, convirtiéndose así en el primer tribunal del país que le otorgaba a adultos mortalmente enfermos y "mentalmente competentes", el "derecho constitucional" a pedir "ayuda médica" para suicidarse. Esta decisión no afectó solamente a California y Washington, sino también a otros siete estados más sobre los cuales el citado tribunal tiene jurisdicción.

Las reacciones en contra de esta decisión no se hicieron esperar y el Cardenal Bernard F. Law de Boston –presidente del Comité pro vida de la Conferencia de Obispos de los EEUU- manifestó que “esta ley allana el camino para que se implemente la cultura de la muerte”. Esta decisión también fue criticada duramente por el presidente de la American Medical Association's Task Force on Quality Care at the End of Life (la Fuerza de Trabajo de Cuidados Médicos al final de la Vida de la Asociación Médica de EE.UU.), el Dr. Thomas Reardon, quien declaró que dicha legislación "es fundamentalmente incompatible con la ética y la función del médico de brindar cuidados y de curar". Y añadió también que al contrario de lo que expresa el tribunal "el médico que causa intencionalmente la muerte de un paciente ha faltado a la ética". Llega a haber incluso otras opiniones como las que relacionan el tema del suicidio asistido con del aborto. Tal es el caso de Adolfo J. Castañeda que afirmó que “la legalización del aborto ha traído (a Estados Unidos) también el infanticidio y la eutanasia”.

En el lado contrario están aquellos que defienden la eutanasia y que en el país norteamericano tienen al doctor Jack Kevorkian como su máximo exponente. Este doctor, al cual algunas personas han asignado el sobrenombre de “el doctor de la muerte”, ha ayudado a suicidarse a más de un centenar de personas desde que se aprobó la ley que hacía legal el suicidio asistido en EEUU. Y es que el citado doctor fue exonerado por un tribunal del Estado de Michigan dos días después de que se aprobara la ley a favor del suicidio asistido de dos cargos de suicidio asistido que habían sido presentados contra él en el año 1993. Es por ello que muchos de los que están en contra del suicidio asistido ven a este doctor como un necrófilo.

Pero ni el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito de San Francisco fue el primero en aprobar una ley a favor de la eutanasia en Estados Unidos…ni el último. Fue el 8 de noviembre de l994 el día en el que los habitantes del Estado de Oregón aprobaron, por votación de 51% a 49%, la primera ley en favor de la eutanasia en la historia y en todo el mundo. La ley permitió a los médicos a partir de entonces –aunque obviamente sólo en el estado de Oregón- recetarles fármacos letales a los pacientes desahuciados que se esperaba que tuvieran menos de seis meses de vida, para que pudieran suicidarse. Dichos pacientes debían expresar por escrito su deseo de que le administraran este fármaco que les ayudara a morir.

Institucionalmente, en el lado opuesto al de los grupos en pro de la eutanasia y del suicidio asistido se encuentra entre otras, la Iglesia Católica. Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María, una de las asociaciones españolas ligadas a la Iglesia considera que “el suicidio viola el derecho de Dios quien es el dueño exclusivo de la vida humana”. Para esta agrupación el suicidio es un pecado porque la vida es un don ofrecido a los humanos por Dios para ser aprovechado y “sólo Dios puede dar y quitar la vida”. En relación a esto, el filosofo San Agustín escribió que “no es lícito matar a otro, aunque éste lo pida y lo quiera y no pueda ya vivir... para librar, con un golpe, el alma de aquellos dolores, que luchaban con las ligaduras del cuerpo y (de los cuales el enfermo) quería desasirse”. Así pues, cabe destacar que legalmente al igual que popularmente nos encontramos con dos posturas enfrentadas entre sí: la de los países que sí que están de acuerdo en permitir el suicidio asistido (como Holanda y algunos estados de los Estados Unidos) y la de los países que consideran este suicidio como un delito, tal y como hemos visto arriba con el caso de España.

Pero no todas las leyes están centradas en el suicidio asistido. El alarmante aumento del llamado cibersuicidio –un fenómeno reciente del que nos ocuparemos posteriormente- sobre todo en Japón, ha provocado que este país haya tenido que crear leyes para luchar contra esta “plaga” que ha destruido miles de hogares en el país del sol naciente.



Han aumentado los suicidios colectivos.692918

Según una noticia publicada por la agencia EFE, “el Parlamento nipón aprobó una ley básica que pretende afrontar con medidas estatales y locales la oleada de suicidios de 100 mil personas al año que hace de Japón el país con la mayor tasa de este tipo de muertes del mundo industrializado, según cifras de la Organización mundial de la salud (OMS). La nueva normativa refleja la alarma social desatada en Japón tras el vertiginoso aumento de determinados tipos de suicidios, como los llamados "pactos de la muerte" por internet, en los que varias personas se ponen de acuerdo para morir juntas”.

Esta nueva norma solicita a los gobiernos locales que trabajen codo con codo con el Estado para aplicar las medidas preventivas necesarias en el sistema educativo, en los puestos de trabajo y en otros sectores de la sociedad nipona.

Además, se intentarán llevar a cabo nuevas investigaciones y estudios sobre la prevención de los suicidios. Otro de los objetivos que persigue esta nueva ley es incrementar las oficinas de atención psicológica y médica, para que de esta manera sea más fácil promover la asistencia necesaria a los supervivientes y a los familiares de personas que en un momento dado decidieron acabar con su propia vida.

De momento son los países orientales los más afectados y los que más medidas están tomando contra este nuevo tipo de suicidio, ya que además de Japón, el Gobierno de Corea del Sur –un país cuyas estadísticas se acercan peligrosamente a las que ofrece su vecino japonés- prohibió en el año 2005 que los portales de Internet usen las palabras “suicidio” y “muerte” en los nombres de los blogs. Desde entonces, la comisión de seguridad de Internet del país surcoreano ha ordenado eliminar un importante número de chats, de blogs y de anuncios que incitaban al suicidio.

SUICIDIO: Origen del término y diferencias culturales

La palabra suicidio proviene del latín sui caedere (matar a uno mismo).El acto de quitarse la vida puede llevarse a cabo de múltiples formas y por lo general varía bastante dependiendo del lugar o la sociedad en el que se lleve a cabo. Por ejemplo, en la sociedad occidental no es habitual que existan los llamados “hombres-bomba”, aquellos que se pegan una bomba a sí mismos y la hacen explotar. En Oriente Medio es un hecho que se repite con gran asiduidad y en muchas ocasiones son individuos pertenecientes a un grupo terrorista los que se quitan la vida de esta manera con el objetivo de intentar herir y/o acabar también con la vida de otras personas que se encuentren en una posición cercana. Un suicidio de este caso que ha adquirido una gran relevancia para la opinión pública española fue el del hombre-bomba que acabó con su vida y con la de decenas de personas más en diciembre del pasado año, siendo su principal objetivo la principal líder del PPP (Partido Popular de Pakistán) Benazir Bhutto. El propósito del suicida no se cumplió, pero unos instantes después Benazir Bhutto fue abatida a tiros con casi total seguridad por otro terrorista, que en esta ocasión sí que logró acabar con la vida de esta política pakistaní.

En países occidentales como España, Italia, Francia o Portugal es más frecuente acabar con la propia vida con un tiro en la nuca o tirándose a una vía por la que pase un tren. Un ejemplo de que estas formas de suicidio están más asimiladas y “aceptadas socialmente” –lo cual no quiere decir que sean aplaudidas por la sociedad sino que no son un tema tabú porque la sociedad sabe que estos suicidios existen y se producen- fue una conversación espontánea que tuvo lugar el pasado año 2007 en la Escuela Superior de Comunicación de Granada. N.A.R. estaba leyendo un periódico que relataba la muerte de un joven granadino que iba andando por la carretera y que murió tras ser atropellado dos veces consecutivas. Tras leer el titular en voz alta N.A.R. afirmó: “pues para eso podría haberse tirado a la vía y que lo atropellara el tren”. Después continuó leyendo la noticia.