jueves, 11 de junio de 2009

El cibersuicidio

Internet se ha convertido en poco tiempo en un lugar en el cual todo o casi todo es posible. Encontrar el amor, entablar una amistad o hacer la compra on-line son algunas de las posibilidades que nos ofrece la red de redes. Ahora, suicidarse también ha llegado al mundo virtual y resulta más fácil quitarse la vida con ayuda de Internet. El suicidio influido por Internet ha recibido el nombre de “cibersuicidio” y es un fenómeno que se está propagando con gran rapidez por todo el planeta. Al igual que los demás tipos de suicidio esta forma de quitarse la vida no tiene edad. De esta manera personas adultas como Kenji (35 años) buscan otros compañeros de viaje en la red escribiendo: “Se busca: cualquiera que quiera morir conmigo”, mientras que adolescentes como Adonai (una chica de 16 años) se desahogan en el mismo foro de zonalibre.com para suicidas junto a otros desconocidos y buscan métodos para que su muerte sea más rápida. Adonai comenta en el foro que “hace ya tiempo que tengo una gran depresión y estoy harta de pastillas inútiles”. En la red estas personas pueden encontrar juegos, chistes o música suicidas pero quizá lo más escalofriante sea que cuando la fatídica decisión es irrevocable estos suicidas tienen la opción de encontrar métodos suicidas en su propia pantalla del ordenador. Unos métodos que van desde la asfixia o el ahorcamiento hasta las dosis de medicación necesaria para garantizar la fatalidad pasando por el corte de las venas o el uso de barbitúricos entre alrededor de las 40 formulas para morir que se calcula que están expuestas en Internet.

Aunque el cibersuicidio es un fenómeno perturbador y de gran interés los expertos en Suicidología –la ciencia que analiza el suicidio- no se ponen de acuerdo a la hora de dar cifras. Se calcula que del millón de suicidios que son llevados a cabo anualmente, los suicidios pactados por Internet podrían representar entre el 1% y el 2%. Según escribió en 2004 el psiquiatra consultor del Hospital Saint Thomas de Londres, Sundarajan Rajagopal, alrededor de la mitad de quienes visitan estas páginas y participan en estos foros sufre desordenes psiquiátricos y un tercio padece enfermedades físicas.



En los casos de cibersuicidio la figura del instigador suele ser clave. Así lo afirmó hace pocos meses el psiquiatra cubano Sergio Pérez Barrero, fundador de la Red Mundial de Suicidólogos, en el segundo congreso regional de la Asociación de Suicidología de Latinoamérica y el Caribe (Asulac), celebrado en Brasil. Pérez Barrero manifestó que “el instigador es una persona dominante que puede tener características de paranoia y algún tipo de motivación suicida. Tiende a ser líder, en este caso con influencias negativas. Empieza a convencer, a hacer proselitismo con gente vulnerable que está al filo de la navaja. Todo ello apelando al sentimiento de la identificación”.

Sergio Pérez cree que este fenómeno hay que frenarlo y así lo han entendido los países en los que se producen más casos de cibersuicidios. El país que se lleva la palma es Japón. En este país altamente industrializado existen los llamados hikikomori, adolescentes y jóvenes que ante la presión que sienten intentan aislarse del mundo encerrándose en sus habitaciones durante meses e incluso años. De esta forma se puede deducir que les es fácil llegar a estas páginas webs que les ayudan a suicidarse. Y esto es más preocupante aún cuando ocurre en un país en el que el suicidio tiene incluso un valor cultural. Durante muchos siglos existió en el país nipón la práctica del Harakiri (en japonés, “abrirse el vientre”), una práctica de suicidio ritual por destripamiento que en sus orígenes estaba restringida exclusivamente a los nobles y que posteriormente fue adoptaba por las demás clases. El harakiri era una forma de suicidarse con honor, ya que tenía sus orígenes en el Japón feudal cuando lo practicaban los samurai, o nobles guerreros, para eludir el deshonor de caer capturados por sus enemigos. Más tarde se convirtió de hecho en un método indirecto de ejecución, según el cual, cualquier noble que recibía un mensaje del micado, por el que se le comunicaba que su muerte resultaba esencial para el bien del imperio, se hacía el harakiri. Esta práctica llegó a ser tan difundida que durante siglos se calcula que se producían unas 1.500 muertes al año por este método.

El harakiri como forma de suicidio obligatorio quedó abolido en 1868 y aunque en épocas modernas es raro que se produzca como medio de suicidio voluntario, muchos soldados japoneses recurrieron a él durante los últimos conflictos bélicos en los que se vio involucrado su país, incluida la II Guerra Mundial, para de esta forma eludir la deshonra que suponía la derrota o el cautiverio.
Así pues, en un país en el que el 40% de la población tiene acceso a Internet y en el que existen unas 8.000 páginas dedicadas al suicidio, el parlamento nipón se ha fijado como meta reducir el número de suicidios entre un 15 y un 20 por ciento, dictando leyes que de alguna forma sirvan para frenar el número de “pactos de la muerte” existentes. Porque precisamente en Japón los números no fallan. El país asiático es el país con más cibersuicidios del mundo y sus cifras van en aumento. Si en el año 2003 hubo 34 víctimas mortales, en el 2004 la cifra se elevó a 55. Y en el año 2005 la cosa fue a peor, pues el número de japoneses que se quitaron la vida con la ayuda de Internet ascendió hasta los 91.

Además de Japón otros países con altas tasas de suicidios y en los que el fenómeno del cibersuicidio se ha implantado causando varias víctimas como es el caso de Corea del Sur o Australia, también se han puesto manos a la obra a la hora de dictar leyes que hagan frente a este nuevo y preocupante modo de “quitarse la vida a uno mismo”.

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